La caída de los gigantes
El Tour de Francia es uno de los protagonistas indiscutibles de las tardes veraniegas de mi infancia. Mi bicicleta esperaba fuera, pero mi abuela no nos dejaba salir a la calle porque hacía calor. Así que el Tour era la única salida. En la tele aparecían unos bestias, que subían aparentemente sin esfuerzo pendientes imposibles. Eran los tiempos del pirata Marco Pantani, de Jan Ullrich, y por supuesto, de Lance Armstrong. Ullrich ganó la Grande Boucle de 1997. Pantani la de 1998. Y Armstrong consiguió ganar nada menos que 7 seguidas, desde 1999 hasta 2005. Parecía que nada ni nadie podía con Armstrong. Ni Ullrich, ni Beloki, ni Zulle. Ni una caída subiendo Luz Ardiden (ver vídeo). Nada. El ciclista tejano se convirtió en el ídolo de todo el mundo: un chico joven, un luchador que acababa de superar un cáncer, empieza a ganar Tours como si fuera algo al alcance de todo el mundo. Pero los gigantes empezaron a caer. Primero, para mi desgracia (era el que más me gustaba), fue